Arbusta es una startup consciente que ofrece servicios tecnológicos de calidad global generando oportunidades laborales, formativas y de desarrollo para jóvenes millennials y centennials provenientes de comunidades vulnerables de América Latina.
Conversamos con Emiliano Fazio, uno de sus co-fundadores y director ejecutivo, quien con mucha disposición y apertura nos contó más sobre las bases de esta empresa tecnológica que se erige sobre un fuerte sentido filosófico, social y de propósito.
Empecemos por el origen ¿Cómo nació Arbusta?
La historia de Arbusta está muy relacionada a la historia de Njambre, una organización que fundamos también con Fede y Paula.
Nuestros caminos se fueron juntando y un día, nos encontramos por una casualidad, y decidimos instantáneamente fundar Njambre; una comunidad de emprendimiento que apoya iniciativas de impacto social para que tomen forma y sean económicamente viables apalancándolas en la tecnología.
En ese momento (hace 9 años) vimos que “aceleradora” era un término que en el mundo de la tecnología se usaba y, sin más, mucho más orientados a la acción que al concepto: creamos Njambre Aceleradora (como se llamó al principio). Armamos espacios de coworking, formatos de aceleración, invertimos, buscamos emprendimientos… teníamos un montón de inquietudes que queríamos expresar.
Dentro uno de los proyectos de Njambre, que era brindar tecnología a los recicladores urbanos, tuvo lugar una conversación con una pareja de recicladores en La Matanza (un barrio vulnerable de Buenos Aires) que generó una pregunta disparadora: ¿ustedes que están en el mundo de las compus qué tendríamos que hacer para que nuestro hijo esté en ese mundo? Así de simple.
Fue así cuando hace 7 años, Njambre nos puso en tensión respecto a esta situación y nos devolvió nuestro ADN emprendedor. A partir de ahí, salimos del juego más técnico, emprendimos y pusimos cada vez más foco en desarrollar modelos propios, y en especial el modelo de Arbusta.
¿Qué buscaban expresar a través de Arbusta?
Creo que teníamos una base en común de búsquedas muy similares. Cuando empiezas a emprender en equipo, empiezas a ver cómo cada uno tiene sus talentos especiales, pero que la base en común son los valores.
Fede y yo veníamos de una lógica más privada y nos reconocimos 10 años antes del nacimiento de Arbusta siendo protagonistas en el movimiento argentino alrededor de la Responsabilidad Social Empresarial (RSE).
Nos dimos cuenta de que una lógica privada basada en la generación de riqueza económica a la cual se le pide que progresivamente incluya miradas sociales, de ética y transparencia, se queda corta frente a la idea de crear empresas que arranquen con una razón de ser que ya tenga incorporada la regeneración ambiental, social, etc. Ahí nos encontramos.
Por otro lado, Paula venía del mundo de la innovación social. Dirigió, por mucho tiempo en el cono sur, Ashoka (organización líder de innovación social a nivel mundial). Desde ese lugar, ella se involucraba cada vez más con los emprendimientos de innovación social destacados globalmente que en sus soluciones sociales incorporaban sistemas productivos.
Así, en la química de los tres que fue fundacional, nos fuimos reconociendo como socios para el próximo capítulo del libro.
Entonces, ¿cuáles fueron los disparadores para este proyecto?
En ese momento, por estar relacionados al mundo de la tecnología y a la Economía del Conocimiento, notamos que había un déficit histórico de talento para nutrir la economía digital y, a medida que se acelera la tecnología, se incrementa ese déficit.
Por otro lado, la existencia de millones de centennials latinoamericanos que han nacido en condiciones donde no llueven las oportunidades, que viven en barrios populares y que son parte de esta inequidad.
De alguna forma, entendimos que estas realidades no estaban conectadas, que se daban la espalda y que había un potencial inmenso ahí.
Los centennials, y también parte de los milennials, están familiarizados con una rápida velocidad de aprendizaje. Se han conectado, han generado sus vínculos a partir de las redes, la mayoría tiene acceso a internet y a la tecnología (aunque sea la más básica) y aun así no se reconocen a sí mismos como parte de la economía digital. Esto es porque se ven con la mirada que les proyecta el sistema, que es la de la economía industrial.
Partiendo de ahí, la primera pregunta que le dio origen a Arbusta fue: ¿hay talento digital ahí sí o no? Es decir, sin importar la condición social, solo por el hecho de ser nativos digitales digamos.
Entonces desde un lugar muy práctico empezamos a chequear si había talento y, a medida que vimos que sí había talento, de una forma muy natural y espontánea armamos equipos de trabajo y empezamos a brindar servicios digitales (todavía en un momento embrionario con Njambre).
Esa fue la piedra más fundacional de Arbusta, después vino el Know-How organizacional y todo lo demás.
¿De qué va ese Know-How organizacional?
Nuestro know how parte de reconocer el inmenso poder transformador que tiene la mirada de la posibilidad. Una mirada nueva y distinta sobre las personas, sobre los talentos. Mirar la posibilidad en lo que no está siendo mirado, en la vulnerabilidad, en lo descartado, y diseñar estructuras que habiliten y desplieguen esa potencia. Esa mirada que te dice: “vos podés hacer esto”, aunque no lo creas.
Aprendamos a trabajar trabajando porque es como hemos aprendido todos, por mucho que nos preparemos en distintos campos, la experiencia del primer trabajo siempre es la misma: hacer lo que se pueda.
Después, desde esa tensión de que hay un cliente del otro lado al que tienes que responder te obliga a luchar contra los “no puedo” o los “no sé” … eso saca a flote una determinación que hay que aprovecharla. Ahí está la potencia del talento no mirado.
Nadie se debería ir de Arbusta con la sensación de que no ha sido mirado o que no se le ha devuelto una mirada de su mejor versión (muchas veces no reconocida) y si empieza a pasar eso es que no estamos siguiendo nuestra esencia.
¿Cómo conviven sus ideales sociales con la realidad que nos interpela actualmente?
Creo que hay muchas fuerzas que operan para la desintegración. Cualquiera que está haciendo un esfuerzo para integrar mundos, miradas o integrarse a sí mismo en sus roles de trabajo, familia, espirituales, personales, etc. Le tiene que agarrar una “berraquera” (como dirían los colombianos de Antioquia) de defensa para conservarse en esa integralidad.
La verdad es que tanto el mercado, las leyes, la forma en que organizamos los estados, la sociedad, nuestros prejuicios y todo lo demás; son fuerzas que desintegran o paradigmas antiguos que dieron origen a la evolución de la humanidad en su momento, pero que hoy en definitiva nos desintegran como personas.
Las búsquedas de Arbusta son también las búsquedas individuales de cada uno de nosotros. Entonces, ¿estando solo puedes aguantar parado en ese hoyo negro del miedo? No. ¿Lo puedes hacer sin una agenda de valores? No. Porque, si lo haces sin una agenda de valores, rápidamente te sientes excluido moralmente y por la razón que fuera (hasta por supervivencia) vas a tratar de acomodarte en una de las fuerzas que te desintegró.
Entonces creo que la respuesta más profunda que alcanzo a ver es que logramos convivir con la realidad integrando miradas, pero realmente sabiendo que “solo no se puede”.
Cuando empiezan esas fuerzas: la supervivencia de una pyme económica o cuando se empieza a poner en contradicción de la plenitud de las personas en el centro de una organización, cuando tienes que lidiar con la parte más estructural de la sociedad, cumplir con las leyes, cuando tienes que competir en el mercado, cuando no te puedes olvidar del fuego sagrado que te dio esencia, claro que son fuerzas y no lo podemos hacer solos.
Lo que queda es entregarnos a una idea en común que está por encima de nuestros intereses y visiones particulares, realmente con mucha humildad, vocación de sostener la regularidad, con muchas ganas de transitar las propias miserias y propios miedos.
Todo eso es lo que nos mantiene.
En el libro La Potencia del Talento No Mirado (que relata la historia de Arbusta) hablan en términos de forma organizacional adaptativa y evolutiva. Nos puedes contar desde tu visión, ¿a qué se refiere esto?
Creo que Arbusta tiene un propósito muy potente: develar talento digital no mirado. Cuando el propósito es muy potente, hay que hacerle honor todos los días. El cómo hacemos lo que decimos que somos. Ese cómo te obliga a innovar y profundizar todo el tiempo tu cultura esencial, el sistema operativo y la forma organizacional. No puedes enunciar ese propósito y usar formas organizacionales de la era industrial y que te jueguen en contra.
Entonces nos encontramos con una realidad organizacional que no es solo de Arbusta sino del planeta entero: hay fuerzas que le dan forma a los modelos organizacionales y una de esas es el orden. Que todo esté claro y ordenado hace un patrón cultural, eso definió inicialmente el organigrama militar jerárquico que tiene la burocracia. Después, con más o menos innovación, vas tratando de moverte en esa cosa que está buscando el orden constantemente.
Es muy lindo cuando estás arrancando porque te animas a hacer cosas un poco más locas y más adaptativas, pero después cuando va tomando forma la organización, que pasas de 10 personas a 40, de 40 a 100, cuando trasciendes las 100 personas (que me parece un número clave), luego 140 y así sucesivamente empiezas a sentir que todo se empieza a desordenar porque ya no puede ser tan horizontal.
Tarde o temprano en ese estrés, que lo vivimos a finales de 2018 y principios de 2019, las cabezas hacen un esfuerzo enorme por volver a lo aprendido: un pino jerárquico. Es decir, en guerra se suele decir “donde manda capitán no manda marinero” y en revolución digital (con pandemia) más todavía. Entonces ahí hay un juego de patrón cultural del orden.
Después los propósitos que tienen fuerza de transformación que buscan hacer algo distinto generalmente asumen formatos más horizontales para hackear lo conocido; ahí los valores presentes son las personas en el centro y la hipersensibilidad. Eso se lleva muy mal con la jerarquía, con el dinero y con el poder. Súmale la orientación al logro o al resultado (la meritocracia), de repente estás en una esquizofrenia organizacional.
A un proyecto como Arbusta, que ya está desafiado de base por patrones culturales de forma y por dispersión geográfica, métele todo eso que te acabo de decir: necesitamos necesariamente una forma habilitante nueva. Entonces, en esa búsqueda estamos hace dos años.
En esa forma habilitante hay tres visiones que nos iluminaron mucho:
1) Caminamos hacia la autogobernanza y a la autogestión, lo que no quiere decir una anarquía, sino que cuanto más claros tenemos nuestros roles, cuanto más esté la cancha del juego marcada (no cómo se juega sino la cancha de juego), cuanto más nos podamos mover dentro de una empresa más surge la auto gobernanza y la auto gestión.
Reglas claras, propósitos claros, roles claros y formas de medir claras para que adentro se genere la autogestión. Así no caemos en sistemas que son jerarquías de personas, pero que tampoco renuncian por completo a ese orden porque si no terminaríamos en un super consenso. Se trata de una jerarquía de propósitos.
2) Plenitud. Queremos que las personas se autogestionen para que puedan brillar y poner en juego todo su potencial creativo, porque ya no sirve más el mundo de máquinas o engranaje; es lento, rígido y se cae a pedazos (en esta pandemia quedó demostrado).
Lo que sí va son las organizaciones que puedan sostener la plenitud de las personas en todos sus aspectos inclusive en sus sombras, en sus miedos, en la miseria que todos llevamos dentro.
3) Reconocemos que los propósitos de las organizaciones son dinámicos y atienden a procesos evolutivos y adaptativos, tomando los conceptos celulares y de sistemas vivos, siempre hay algo en el medio de todo que nos abraza y que tiene vida propia.
Sabemos que ningunos de los que forma parte de Arbusta es Arbusta, sino que es algo que compartimos en común con mucha reverencia. Atendiendo a ese propósito evolutivo, pensamos en el fondo como si Arbusta fuese una persona y nos planteamos: ¿qué le pasa? ¿qué necesita? ¿qué habilidades? ¿qué estructura? ¿qué orden/poder/resultado/sensibilidad necesita?
El chiste no es que gane una cosa sobre otra, sino que se ecualicen todas las partes y que podamos crecer todos en la parte más luminosa de todos esos patrones culturales. Eso es propósito evolutivo y es mil veces más veloz que un organigrama.
¿Cómo has experimentado este proceso evolutivo siendo uno de los líderes de este proyecto?
Al principio había un énfasis en el hecho de que brindábamos oportunidades, tal vez no terminábamos de entender el inmenso potencial que existía en el equipo que fuimos conformando. Es decir, Arbusta en sus primeros pasos era valorada por lo que hacíamos a nivel humano y no tanto como empresa tecnológica.
Cuando entendimos que también éramos una empresa de tecnología, empezamos a trabajar a unas velocidades hiper desafiantes (como las de hoy en día) y yo, como parte de la generación X con 45 años, me la pasaba permanentemente aterrado por la velocidad y al mismo tiempo asombrado por la capacidad de aprendizaje de un nativo digital a esa misma velocidad.
Así que quienes dirigimos tuvimos que estar muy atentos y sensibles al rumbo que iba marcando esta situación, creo que así están todos los que trabajan en una empresa de tecnología en este contexto.
Después vino la etapa de los desafíos, la primera vez que a otros le generó confianza lo que hacíamos y que nos habilitó para que nuevas marcas también confiaran. Como, por ejemplo, el camino que hicimos con Mercado Libre, Disney o Valtech.
En esos momentos nos sentimos tremendamente desafiados, pero a la vez tan orgullosos de lo que pudimos hacer. Nos dio la autoestima suficiente para hoy ser Arbusta, una empresa que se ha sostenido en este 2020 tan extraordinario y con tantas restricciones.
Que captó la inversión que necesitaba, que aprendimos en una semana a hacerlo desde nuestras casas que no les sobra nada, que crecimos un 50% en lo que va del año, que estamos vendiendo desde Latinoamérica también para mercados del norte.