Por Piero Gandini / Strategist & Motivator of Change
La Inclusión es posiblemente uno de los temas que más se hablarán en los próximos años a nivel social, económico, empresarial, gubernamental, familiar, profesional, deportivo, musical y un largo etcétera.
Estamos ante un despertar general respecto al tema de la discriminación, la falta de oportunidades, las barreras de acceso, pero aún estamos en el inicio de la verdadera discusión sobre lo que en realidad significa la inclusión y cómo implementarla.
En ámbitos sociales, culturales, educativos y familiares tenemos que aportar el granito de arena para provocar ese cambio a nivel general. Es una lucha más grande que nosotros, pero que se logrará con nuestro aporte, valentía, decisión por hacer algo y no quedarnos cruzados de brazos esperando que la realidad sea modificada por “el sistema”.
En el ámbito profesional y empresarial nuestra participación es aún más fundamental y directa, puesto que tenemos en nuestras manos la posibilidad de llevar a cabo esos cambios directamente en nuestras empresas y en aquellos lugares donde trabajamos o colaboramos. Aquí hablar de inclusión nos tiene que llevar a acciones concretas y generadoras de transformación real del micro (la empresa) hacia el macro (la sociedad en general).
Hago énfasis en la Inclusión pues para mí este concepto reúne dentro de sí otros temas fundamentales en el mundo cambiante de hoy y en el futuro de nuestras sociedades como son equidad, igualdad y diversidad. La Inclusión es el elemento que le da sentido y relevancia a estos otros conceptos.
Inclusión es abrir los espacios para que todas las personas sean escuchadas y tenidas en cuenta. Requiere un cambio de comportamiento y al mismo tiempo ajustes en términos de organización y estructura de la empresa.
El estilo de liderazgo, las dinámicas de equipo pueden ser considerados como aspectos comportamentales y de actitud que son susceptibles de ser ajustados hacia potenciar la inclusión. En cuanto a organización de la empresa podemos considerar por iniciar revisando las políticas de recursos humanos, la forma en que se desarrollan las reuniones, los modelos de toma de decisiones y en aspectos más estructurales todos aquellos que permitan el acceso de personas con habilidades auditivas, visuales y motrices diferentes, por ejemplo.
La célebre frase de Verna Myers “diversidad es que te inviten a la fiesta. Inclusión es que te inviten a bailar” ha contribuido a dar más claridad a la hora de hablar de Inclusión. Sin embargo, se queda corta puesto que se está refiriendo sólo a un aspecto comportamental y no estructural.
Para ir a profundidad en la inclusión utilizando esta frase, no basta con la invitación a bailar, sino que además deberíamos ser parte de los aspectos organizacionales para llevar a cabo la fiesta: pertenecer al comité organizador, participar en las decisiones fundamentales (la playlist, el catering, etc.) y ser parte activa del desarrollo de la misma. ¡Esto sí es inclusión!
Ahora bien, la pregunta que nos hacemos a menudo es ¿cómo implementar la inclusión en nuestras vidas, en nuestras empresas y trabajos?
El concepto fundamental para poder practicar la Inclusión es sin dudas la empatía, entendida como el ejercicio de comprender y sentir lo que otra persona está experimentando desde su marco de referencia y no desde el nuestro. La definición más generalizada y frecuentemente usada sobre la empatía es la de “ponerse en los zapatos de la otra persona”.
La empatía es ante todo una capacidad, una habilidad, que se puede obtener, desarrollar y mejorar conscientemente. Es una de las mal llamadas “habilidades blandas” que para mí estarían mejor definidas como habilidades esenciales.
Una de las formas de potenciar la empatía es iniciar a reconocer las barreras u obstáculos que otras personas pueden tener para así entender su problemática particular.
Ahora bien, si queremos ir más allá, y a mi modo de ver tenemos que ir más allá, es necesario que cada uno de nosotros hagamos un ejercicio radical de visualizar el o los privilegios que tenemos.
Por privilegio me refiero a “aquellas ventajas que han sido otorgadas socialmente a algunas personas y no a otras” las cuales no han sido obtenidas por un esfuerzo o un plan de trabajo, sino que nos han sido dadas sin nosotras solicitarlas.
Estas ventajas, que pueden ser sistémicas o estructurales, limitan las formas de acceso a recursos y son el resultado de normas legales o sociales que tienen que ver con la pertenencia a un grupo, independientemente de cualquier acción o inacción de las personas que tienen ese acceso.
Identificar cuáles son esos privilegios que como persona tengo me ayuda a visualizar las barreras que otras personas pueden tener frente a la misma situación (laboral, social, familiar) a la que me enfrento en ese momento o mi vida diaria.
No podemos huir del privilegio recibido, pero si podemos actuar de manera positiva para transformarlo en empatía hacia las personas que no lo poseen y dar pasos concretos para reducir las barreras. Un primer paso es reconocer ciertos comportamientos, modelos normativos y la tendencia a justificar el privilegio que ha existido en las sociedades humanas.
Como consecuencia de ese reconocimiento, empezamos a ver, entender y sentir que ese Privilegio que me beneficia a mí al mismo tiempo es un contratiempo, un obstáculo para otras personas.
Surge entonces la verdadera empatía que no es aquella donde me pongo en la situación de la otra persona desde su perspectiva, sino que la complemento con una mirada radicalmente honesta desde mi privilegio.
Es aquí donde considero que se inicia el proceso verdadero de practicar la inclusión en nuestras vidas y en especial en nuestros entornos profesionales y empresariales: entendiendo, desde un prisma profundamente empático, las barreras estructurales y comportamentales y estableciendo los mecanismos y acciones necesarias para reducirlas.
En el sector privado (incluso en el sector público) hay que dar inicio a este proceso hoy mismo, no hay más tiempo que perder, debemos tener en claro que al tener una verdadera dinámica de inclusión los beneficios en términos de creatividad, innovación, felicidad y compromiso serán enormes.
Me atrevo a decir que “la verdadera empatía comienza con una comprensión radicalmente honesta de nuestro propio privilegio”.