Elena Stashenko, la directora del CENIVAM (Centro Nacional de Investigaciones para la Agro industrialización de Especies Vegetales Aromáticas y Medicinales tropicales), en la Universidad Industrial de Santander de Colombia, nos cuenta su historia como química y educadora, con el propósito de hacer ciencia y compartir su amplio conocimiento en un país, que, en un principio, fue un terreno completamente desconocido y donde logró convertirse en una líder científica a lo largo de su trayectoria.
Elena Stashenko nació y estudió en Moscú, en la Unión Soviética, actualmente Rusia. Desde hace 40 años trabaja en Colombia como química, investigadora y educadora universitaria. Se destaca por su persistencia y positivismo, que heredó de sus padres, junto con el amor, la disciplina y la dedicación a la ciencia. Recuerda su educación en un sistema diseñado para la formación integral. “Estoy agradecida y soy afortunada de haberme formado en un sistema educativo muy bueno, esmerado y estricto. La educación era gratuita y estaba disponible para todos sin importar si eras hombre o mujer. Allí se trataba de preparar a las personas no solamente en áreas técnicas, sino que también se brindaba educación integral con conocimientos en otras esferas, por ejemplo, el arte, la música, el deporte”. Cuenta emocionada, y analiza el contraste de la educación que recibió en su país con el de la “educación moderna” que se ha encontrado en Latinoamérica.
Además, uno de los principales objetivos que se ha trazado en su centro (CENIVAM), es destacar las ciencias humanas, el amor por la literatura y el arte, a través de la construcción de un jardín científico que une no solamente conocimientos de botánica, de plantas, de su química y aplicaciones, sino los de otras áreas, como arte, música, escultura, pintura y diseño.
Queremos conocerte más Elena, ¿cuál es tu historia y que te inspiró a ser científica?
Nací en una familia de científicos, mis papás eran personas eruditas, crecí en un ambiente de estudio y lectura. Los recuerdo como personas dedicadas y aficionadas al trabajo. Los fines de semana compartíamos en familia, salíamos a los museos, a los parques y teníamos una comunicación intensa e inspiradora. Ellos me transmitieron el amor por la ciencia y la lectura, a ser responsable, y a cumplir la palabra.
Mi papá era físico y también jurista experto en balística. Fue una persona que estudio dos ramas de saber: física y derecho. Era bastante aficionado a la parte experimental de la física. Mi mamá fue química y directora de un laboratorio de química analítica que se dedicaba al estudio de materiales como el caucho.
¿Cómo viviste el choque cultural con tu llegada a Colombia?
Cuando un extranjero llega a un país nuevo siempre se experimenta un contraste cultural y es curioso, pero yo siempre veo el mundo como un libro lleno de historias y sorpresas que tengo que leer y comprender. Yo trataba de entender a Colombia a través de la historia, que es bastante compleja, y a través de sus escritores, porque la literatura colombiana me parece rica e interesante. En verdad no sentí este choque cultural de una forma dramática porque siempre sentí una curiosidad hacia lo desconocido, un deseo de aprender lo diferente. Logré entender que somos diferentes, pero a la larga no lo somos tanto como parece.
¿Cómo ha sido tu experiencia como mujer en el mundo de la ciencia? ¿Has sentido alguna brecha de género para desarrollar tu carrera?
En mi país, cuando crecí y estudié allá, no existía esa diferenciación entre hombres y mujeres en el ámbito laboral. Yo vengo de un modelo social donde esto no existía, es más… yo tenía más profesoras mujeres y no tenía en mi cabeza ese concepto de desigualdad de género en cuanto a las oportunidades; siempre me veía igual a los hombres. Cuando llegué aquí sí se notaron bastante las diferencias. Siempre trataba de ayudar más a las mujeres entendiendo que su situación aquí en Latinoamérica era muy diferente a la que yo viví en la Unión Soviética, es otra configuración sociopolítica.
Durante los 40 años que he vivido en Colombia, los cambios han sido notorios en términos de igualdad. En los años 80, cuando llegué, se percibía a la mujer sumisa, que se quedaba en la casa cuidando del hogar y los hijos, esperando al marido que era el proveedor principal del hogar. Todavía es frecuente esta visión, pero cada vez hay más mujeres con niveles de educación que les permiten contribuir al desarrollo de Colombia en lo político, técnico, educativo y científico, para reducir las diferencias de oportunidades, reconocimiento, respeto y remuneración. Falta mucho por desarrollar y por avanzar en el cambio de actitudes de hombres y mujeres sobre la igualdad, pero el camino se hace al andar….
¿Qué mensaje te gustaría transmitir a las mujeres jóvenes que desean convertirse en líderes científicas?
Es una pregunta muy difícil, porque desde mi perspectiva considero que no todas tenemos que ser necesariamente líderes científicas, sino que hay que crear las condiciones, las oportunidades, para que la mujer se desarrolle en el área que la motive, que la satisfaga, le agrade, la haga digna y feliz. Ser líder es una responsabilidad muy grande y no todo profesional o investigador tiene que ser líder, ni debemos generar ese peso sobre las personas, ya que ser líder tiene cosas positivas, pero también otras que generan una carga emocional muy fuerte, porque de un líder dependen tantas cosas y personas…. Si la mujer tiene este amor por el liderazgo en la ciencia, que lo haga, pero, que no se sienta obligada si no lo tiene. Lo que sí tenemos que crear en la sociedad es el amor hacia el conocimiento, hacia la ciencia como motor de progreso. Las mujeres deben tener las mismas oportunidades y el acceso a estudio, conocimiento y tecnología, como los hombres.
¿Cómo inició CENIVAM? ¿Cuáles han sido los mayores desafíos que has enfrentado en este proyecto?
Ya llevo más de 30 años en este proyecto, las siglas de CENIVAM significan: Centro Nacional de Investigaciones para la Agro industrialización de Especies Vegetales Aromáticas Medicinales Tropicales. Toda nuestra actividad científica gira alrededor del estudio de la biodiversidad, las plantas, y sus metabolitos secundarios. Uno de los propósitos recientes es entender cómo lo que obtenemos de las plantas se puede convertir en productos, ya sean perfumes, productos de aseo o productos farmacéuticos.
El primer proyecto que fue aprobado en aquella época se llamaba “Estudio de aceites esenciales colombianos. Obtención, caracterización y transformación catalítica”, ahora dirijo un programa de 15 proyectos que se llama “Bio-Reto XXI 15:50 – Desarrollo de bioproductos para los sectores salud, agropecuario y cosmético, como resultado de estudio de la biodiversidad colombiana”. O sea, nos mantenemos en esa línea de investigación, aunque ahora se efectúa a mayor profundidad gracias a los cambios en la infraestructura y al trabajo en red con muchos otros científicos y científicas en Colombia y en el mundo.
Inicialmente, tenía que enviar una gran cantidad de proyectos para que alguno fuese aprobado, y pensaba: ¿Qué elementos básicos necesito para hacer ciencia? Lo primero que se necesita es infraestructura, y, por ejemplo, en los 80 había poca infraestructura para hacer investigación. Adicionalmente, necesitaba las personas para trabajar en los proyectos científicos, bien preparadas, dedicadas y con mucha curiosidad hacia el nuevo conocimiento, que es el tercer elemento muy importante. Finalmente, debe haber financiamiento continuo, y este considero que es el principal desafío, ya que en la práctica no existe.
Desde tu experiencia, ¿cómo ha interferido la burocracia en este proceso?
La burocracia envenena la ciencia y la aplasta, la ciencia está basada en curiosidad, en experimentos, desafíos, errores, en sentarse a pensar, a trabajar, y no a llenar interminables formularios e informes muchas veces repetitivos. Obtener la financiación de un proyecto de investigación es un reto bastante grande, pero luego para el uso del dinero, para la contratación de personal, suministros y servicios, aparece la burocracia con la cantidad asfixiante de formularios, procesos, tiempos de espera, y auditorías basadas a menudo en franca desconfianza y desconocimiento sobre cómo se hace la ciencia.
¿Consideras que ha sido un trabajo difícil hacer ciencia en Colombia?
Sí, sin embargo, ha sido gratificante. Como mencionaba antes, hay elementos básicos para construir ciencia: la infraestructura, las personas con ideas, el conocimiento y el financiamiento. Quienes llegan a hacer investigación en la universidad en los tiempos actuales encuentran también problemas, pero no las mismas carencias estructurales que había en los años 80. Ahora tenemos un centro con una dotación instrumental que nos permite realizar investigaciones competitivas a nivel internacional. Vienen científicos de otros países a efectuar visitas de investigación en nuestro centro. Pero para llegar a esto hubo que iniciar desde un nivel bastante básico, en un recorrido de más de 30 años, que no ha terminado. Contamos hoy en día con decenas de libros y patentes, cientos de artículos científicos publicados y alrededor de 350 nuevos profesionales graduados, incluyendo a los magísteres y doctores.
Hacer ciencia en Colombia es difícil desde varios aspectos. Uno de estos es que en los proyectos de investigación no se obtienen recursos para el mantenimiento de los equipos y la universidad tampoco aporta recursos para esto. Los repuestos son bastante costosos y la mayoría son de importación, lo que puede detener un proyecto de investigación por varios meses. Al líder científico le queda poco tiempo para la ciencia misma, pues además de atender la burocracia asociada con la ejecución de los proyectos existentes, debe presentar permanentemente proyectos nuevos para obtener un ingreso, con el que se contratan los investigadores y se financian los reactivos y materiales de los experimentos.
¿Podrías hablarnos sobre el Consejo Científico Nacional?
Es un colectivo de científicos que fue propuesto por el gobierno anterior. Esta figura se encuentra en otros países también; cada uno es experto en su campo de conocimiento. Ser consejero es importante, hay muchas cosas que desde el consejo se pueden hacer y nos permite presentar iniciativas ante los gobiernos para activar el desarrollo sostenible en diferentes áreas de ciencia y tecnología.
¿Qué piensas de la inteligencia artificial?
Hay preguntas a las cuales la inteligencia artificial no tiene respuestas, porque nos caracteriza no solamente la lógica, la parte racional, sino también la parte emocional, algo imprevisto y descomunal, que es una parte genial de un ser humano. Es una herramienta y por esto las personas no deben dejar de hacer intentos de escribir, de pensar y después plasmar las ideas. No me gustaría decir que todo tiempo pasado ha sido mejor, pero también hay muchas simplificaciones hoy en día… el software no piensa, automatiza y utiliza modelos que por su simplificación difícilmente permitirán representar todos los aspectos de las cosas u objetos de estudio, lo que en lenguaje común se llamaría el espíritu o el alma de las cosas, según lo describía Emmanuel Kant.
¿Con qué mundo sueñas en términos de educación?
Sueño con universidades mucho más académicas y menos comerciales, con más inversión en educación, en ciencia, en la discusión, en el análisis, en la generación de conocimientos, debates, propuestas, que preparen a la gente para que ame a su país, que luchen por él y no simplemente sueñen con escapar, con irse a otras tierras para allá sí hacerlas progresar con su trabajo”.