“Administración de Personal”, “RR.HH.”, “Capital Humano”… muchas son las denominaciones que se fueron dando al área según la transformación que fuimos transitando a través de los años. Sin embargo, hoy estamos ante una transformación mucho más profunda, que va más allá del nombre. Una en la que se busca impactar directamente sobre el aspecto humano, generando confianza y dejando huella en cada una de las personas de una empresa, que la pasión y el propósito de lo que hacemos reluzca ante los ojos de quienes se apoyan en nosotros.
Los desafíos que enfrentamos desde siempre en nuestra área, fueron los que nos empujaron y motivaron a ir por más, a salir de la zona de comfort, a dar el paso fuera de la baldosa, siempre orientados en pos de dar lo mejor a la gente que forma la organización, aquellos que son el fin último de todo lo que hacemos.
Algo pasó este 2020 que de pronto y sin ningún tipo de advertencia, nos encontramos viviendo un contexto que es en sí un desafío constante, donde las personas pasaron a ser el centro de atención, y en consecuencia, como área también pasamos al frente del escenario.
Tuvimos que accionar y gestionar lo más rápido posible, sobre la marcha, transformando todos los procesos que tenían un planning y fases de aplicación a futuro, a un hoy inmediato. En el caso de nuestra organización, muchos de nuestros colaboradores son los que están en el “frente de batalla”, y ahí teníamos que estar, sin fallarles.
Personalmente, este momento me encontró liderando las áreas corporativas de Empleos, Capacitación y Desarrollo, dentro de la Dirección de Gestión y Desarrollo de Personas. Dirección que hoy, con el mismo equipo de siempre, tiene como responsabilidad llevar adelante accionares críticos, que impactan directamente sobre las personas, en un contexto que nunca vivimos antes y no había forma de imaginar.
Ante esta incertidumbre que se nos imponía como realidad, descubrimos que podíamos resignificar los procesos que nos definían, adaptarnos a nuevos modelos de gestión, y nos unimos en un solo equipo, donde el trabajo por células, con metodologías ágiles y aprendiendo a estar en una modalidad “Beta” permanente, nos permitió acelerar nuestro readiness frente al trabajo del futuro que tanto veníamos planificando.
Y así empezamos.
Tuvimos que repensar a toda velocidad, switchearnos a un “modo pandemia”.
Procesos de reclutamiento y selección en tiempos récord y totalmente virtuales, con menos burocracia administrativa y aplicando herramientas tecnológicas (inteligencia artificial, screening automáticos, software de gestión customizados) como aliadas para facilitar y acelerar la contratación de profesionales críticos para nuestros equipos.
Planes de formación que quedaron obsoletos ya que las necesidades no eran las mismas, teniendo que redefinir prioridades, metodologías y acciones inmediatas.
Programas de capacitación trasladados al ambiente digital, sin el tan necesario contacto interpersonal que se requiere en este contexto.
Pero gracias a estos nuevos modos de acercamiento, mágicamente nos empezamos a sentir mucho más cerca.
Paradójicamente, este escenario totalmente virtual nos hizo sentir mucho más cerca de nuestros colaboradores.
Procesos de gestión del desempeño en plena etapa de devolución, que debieron ser reinventados. Por ello, todos los líderes recibieron apoyo en habilidades de comunicación a distancia, y les facilitamos herramientas para poder tener las reuniones de manera virtual. Reforzamos la importancia del encuentro, haciendo que se adueñen de ese espacio, basando la charla en lo que viene, con visión a futuro, transformando la manera de conversar desde un feedback, a un feedforward.
Ya veníamos trabajando con nuestros líderes y sus equipos, en enfocar el desarrollo desde la transformación, y no solamente desde la suma de conocimientos.
Por ello no fue una transición difícil el comprender que ahora las habilidades blandas se ganaron la atención central en el nuevo plan, seguidas de cerca por las habilidades digitales, y ahí nomás detrás de ellas, las habilidades técnicas, intentando actualizar y adaptar las mismas a este nuevo modelo de gestión.
En conclusión, creo que esta nueva realidad solamente nos apuró un poco más para salir a la “cancha”, a quienes estamos en gestión de personas, y esta vez tomamos la oportunidad a tiempo para que cada una de las personas que componen a la organización, sepa que siempre estuvimos y siempre estaremos ahí, detrás de ellos, apuntalando cada paso que den, cada decisión, cada pedido de acompañamiento.
Estar cerca es la fórmula que tanto buscábamos, entender desde sus miradas lo que necesitan, hacerlos parte de lo que hacemos para ellos. Ya no somos los expertos, nuestro rol viró a tener mayor humildad, porque co-construyendo llegamos más lejos.
En el Grupo Omint nuestro orgullo y éxito, desde siempre subyace en cada “gracias”, cada logro, cada objetivo alcanzado, cada sonrisa y cada pena compartida.
Quizás después de todo, en lanuevanormalidad,la transformación se dé mediante la capacidad de resiliencia que demostramos,y nos repensemosdesde un lugar más humano, emocional y espiritual, para así alcanzar los objetivos más altos:
Ser una mejor persona;Ser un mejor profesional;Ser un mejor equipo;Ser una mejor organización.