A medida que pasan los años, puedo darme cuenta de que el tiempo es el mayor y más preciado recurso no renovable. Se desliza entre nuestros dedos como arena fina y aquí estamos, al umbral de despedir el telón del año 2023.
En este instante efímero, y al mismo tiempo infinito en sí mismo, parece que nos invita a reflexionar sobre las experiencias que hemos generado, los hallazgos y aprendizajes que nos empujan hacia un 2024 incierto, pero al mismo tiempo, lleno de ilusiones y esperanzas.
Las transformaciones que, de manera inesperada, han marcado nuestra nueva realidad, nos preparan para lo que se viene. Hemos sido testigos de cambios significativos, pero más allá de las estrategias y de los planes que hemos diseñado, hay un factor que ha emergido como el protagonista silencioso de este período: la revolución silenciosa de la vulnerabilidad.
La vulnerabilidad implica exponer nuestras emociones. Todas las emociones, aun las que no tienen una buena reputación. Estas emociones son parte integral de la experiencia humana. Al reconocer y aceptar la vulnerabilidad, podemos cultivar un entorno en el que la autenticidad y la conexión sean valoradas, permitiendo que florezcan el talento y la creatividad.
Brené Brown (académica y escritora estadounidense) nos ha ayudado a entender la vulnerabilidad como una fuerza transformadora. En un año lleno de desafíos, muchos de nosotros la hemos experimentado de maneras profundas y reveladoras. Poner en palabras lo que nos pasa por el cuerpo requiere de coraje y valentía.
No es solo la fragilidad ante lo desconocido, sino la audacia de afrontarlo, lo que ha destacado el potencial disruptivo de las personas.
Así como los avances tecnológicos han llevado a la disrupción en los modelos de negocio, la verdadera revolución está ocurriendo en la forma en que abordamos nuestra propia vulnerabilidad. Al conectarnos con nuestras experiencias más auténticas, creamos un espacio para la innovación, la empatía y la resiliencia.
En los equipos donde se ha fomentado la apertura y la aceptación de lo incierto, hemos presenciado la magia de la colaboración genuina. Estamos reconociendo nuestra humanidad compartida y en ese preciso instante encontramos la fuerza colectiva.
La verdadera disrupción no proviene de la tecnología, sino de la conexión genuina entre las personas. Desde Rocking Talent deseamos que el 2024 nos encuentre aún más dispuestos a abrazar nuestra humanidad, a construir puentes genuinos y vínculos auténticos.
¡Hasta pronto 2023, hola 2024!